Una de las preguntas más importantes que me han hecho es “¿Por qué quieres ser pastor de jóvenes?” Invariablemente mi primera respuesta siempre fue que yo no tuve a un pastor cerca de mí para guiarme, y que yo deseaba ser esa persona para otros jóvenes. Ahora Dios me ha colocado en una posición privilegiada, pero a la vez de mucha responsabilidad, al permitirme tener cerca de mí a un equipo de trabajo, para el cual debo ser ese pastor que muchas veces reclamé para mi crecimiento espiritual.

Sin embargo, ahora me doy cuenta de que es más fácil exigir que cumplir. Con todo, la experiencia me ha enseñado lo vital que resulta una relación sana con quienes nos acompañan en el ministerio. Así, he aprendido algunas cosas muy prácticas que ahora quiero compartirte, en busca de ayudarte a mejorar la relación con tu equipo de trabajo.

  1. Reúnete con ellos periódicamente. Todos los jóvenes son importantes. Sin embargo, tu equipo de trabajo debe estar completamente convencido de su importancia en el trabajo con los jóvenes. Al tomar tiempo para dedicárselo a ellos comunicas que tu eres el primero en reconocer su valía. Así que, ya sea como grupo, o individualmente, toma tiempo para estar con ellos.
  2. Cultiva la transparencia. De nada sirve un líder que enseñe acerca de la sensibilidad hacia los demás, del arrepentimiento ante el pecado, del valor necesario en la vida cristiana, de enfrentar los problemas diarios, etc., si no está dispuesto a modelarlo con su vida. Ser transparente implica estar dispuesto a ser conocido tal cual es uno, pero sobre todo, comunica nuestra sinceridad y honestidad, a la vez que les permite a los demás desarrollar la confianza en nosotros, lo cual resulta vital en nuestras relaciones.
  3. Acepta tus errores. En muchas ocasiones nos quedamos sólo en imponer y recordar las reglas, pero pocas veces estamos dispuestos a cumplirlas, y mucho menos aceptar que también nosotros las quebrantamos. Aceptar tus fallas, contrario a la opinión general, no implica debilidad, sino que refuerza la idea de trabajo en equipo, donde todos son obreros e hijos de Dios (a la vez que nos permite encontrar humildemente nuestro lugar en el liderazgo que Dios ordena). Aceptar nuestros errores señala que sabemos quienes somos y en qué momento estamos, pero que estamos dispuestos a seguir avanzando. Aceptar nuestros errores les ayuda a ellos a hacer lo mismo, y a establecer una mejor relación. Así que acéptalo: tú también te equivocas.
  4. Provéeles capacitación constante. Sabemos que nuestros jóvenes merecen a los mejores siervos para que les guíen. Por ello es importante que procuremos, por los medios que nos sean posibles, que nuestro equipo de trabajo esté muy bien capacitado en las áreas que demanda nuestro grupo de jóvenes en particular. Pero recuerda que la capacitación no es solamente un curso de tres semanas, o regalarles un libro, sino que incluso implica seguimiento cotidiano, evaluación constante, y todo el apoyo que pudieran necesitar. Así te asegurarás de que, sin importar en dónde estén en el futuro, ellos sabrán que tú formas parte de lo que Dios quiere hacer con sus vidas.
  5. Recuerda fechas importantes. Cumpleaños, graduaciones, bodas, el inicio en un nuevo empleo, el nacimiento de un hijo, etc. Nunca dejes de tomar en cuenta los eventos que resultan relevantes para ellos. Llámales o escríbeles una nota, envíales un regalo, hazte presente en el evento, felicítales públicamente. Recuerda: Si es importante para ellos, es importante para ti. Y ellos lo agradecerán.
  6. Se sensible a sus necesidades. Esta es una excelente forma de estrechar las relaciones. Sin embargo, requiere esfuerzo y constancia, pues en muchas ocasiones necesitaremos dejar nuestra comodidad para expresarles nuestra empatía en sus necesidades. Muchas veces esto implicará dar un abrazo, un apretón de manos, una sonrisa, o una visita. Quizá no estemos acostumbrados a hacer cosas como estas, pero recuerda que ellos te necesitan, y es tu deber sensibilizarte ante ello.
  7. Toma en cuenta sus opiniones. Que el ministerio con los jóvenes no se convierta en tú ministerio. Platica con ellos sobre sus sueños para el grupo, apunta sus ideas, anímalos a crear planes de trabajo, y cuando puedas, habla públicamente sobre sus ideas con otros líderes. Hazles sentir que, aunque Dios te ha colocado al frente del equipo, en realidad Él espera que todos colaboren en la creación de un ministerio fuerte. Al tomar en cuenta sus opiniones, mostrarás que, más allá de su esfuerzo físico, te importan ellos y todo lo que Dios puede hacer a través de ellos.

Es extraordinario saber que podemos edificarnos mutuamente, y que podemos contar con un grupo de personas a nuestro alrededor. Pero todo comienza con nuestra iniciativa. Así, espero que estas sugerencias te sirvan para fortalecer la relación con tu equipo de trabajo.


Este articulo fue escrito por Edgar David Miranda, lider de jóvenes en su iglesia y maestro de ministerio juvenil del programa de diplomado en el Centro de Ministerio Juvenil.


Este artículo es parte de la serie: 5 Relaciones que Cada Lider Juvenil Debe Cuidar. Te invitamos a leer los otros artículos en la serie, también: