Este artículo fue escrito por Edgar David Miranda, pastor de jóvenes de la Iglesia Bautista Eben-Ezer en Ciudad Juárez, México.

Todos deseamos convertirnos en los mejores líderes que podamos ser. Queremos el resultado que Dios busca en las vidas de cada joven con el que tenemos oportunidad de relacionarnos.

Sin embargo, muchas veces no tomamos en cuenta la gran cantidad de obstáculos que existen entre esa visión y nuestra realidad. Es importante que los consideremos, a fin de evitarlos y cumplir nuestra misión de manera efectiva.

Te comparto algunas de mis sugerencias para mejorar tu liderazgo:

No te dejes comprar: no debas nada a nadie
Es impresionante la cantidad de veces que la gente se acerca a los líderes para buscar un beneficio personal. Muchas veces ese interés estará disfrazado de una invitación a comer, de un regalo ocasional, de un reconocimiento público.

Pero, como lo dice Jay Kesler, en su libro “Santo y Humano”, la gente que da regalos “puede llegar a pensar, muchas veces en formas sutiles y hasta subconscientes, que hasta cierto punto es dueña de nosotros. Pueden desarrollar una actitud condescendiente. El pastor puede llegar a sentirse como un mendigo, con obligaciones por la generosidad de esta gente.” Claro está que no todas las personas son así. Sin embargo, es correcto permanecer alertas ante esta situación, a fin de no caer en la trampa de la conveniencia.

Se siempre honesto: di lo que piensas.
Una forma de seguir la primera sugerencia es practicando la honestidad. Muchas veces no es necesario un regalo para comprar tu apoyo; basta con que tú mismo no te atrevas a hablar cuando debes, por temor a lo que piense la gente de ti, o porque quizá creas que ofenderás a alguien con tu comentario. Pero si la ocasión lo amerita, debes hacerlo.

El incidente entre Pedro y Simón el mago, en Hechos 8:18-24, es un ejemplo de ello. Resultaba muy conveniente para Pedro la oferta de este hombre, pero decidió cortarla de tajo, exponiendo claramente el error.

Recuerda: si a alguien le debes fidelidad, obediencia e incondicionalidad, es a Dios. Y Él demanda honestidad siempre.

Habla sólo cuando sea necesario: amabilidad.
Sin embargo, el hecho de ser honesto no implica que debas ofender innecesariamente a la gente. No todo momento y circunstancias son las adecuadas para tus comentarios. Es triste ver cómo muchas personas se excusan en el “es que soy muy sincero” para derramar veneno sobre otros cada vez que se les antoja.

Sin embargo, es el Señor Jesús quien nos muestra el procedimiento adecuado en Mateo 18:15-17: primero debemos platicar personalmente y a solas con la persona que ha actuado mal; si no cambia, podemos llevar a alguien más; y si no ocurre nada, recurriremos a la iglesia. Es un proceso gradual que demanda obediencia, si es que queremos mostrar la Verdad en Amor.

Recuerda: “El que ahorra sus palabras tiene sabiduría; de espíritu prudente es el hombre entendido.” (Proverbios 17:27)

Establece tus expectativas: conoce el terreno.
Muchos problemas comienzan en expectativas erróneas acerca de tu ministerio, o peor aún, en la falta de ellas. Por tanto, muestra claramente hacia donde deseas dirigir el rumbo del área a tu cargo, y procura conocer qué espera de tu trabajo la iglesia o tus líderes cercanos. Esto te permitirá planificar de una manera más real, y los resultados estarán dentro del panorama de posibilidades que todos contemplen desde el principio.

Créeme: es de enorme beneficio sobre todo a la hora de evaluar el trabajo. Así que no temas presentar todo esto por escrito.

Recuerda: “Los pensamientos con el consejo se ordenan; y con dirección sabia se hace la guerra.” (Proverbios 20:18)

Ser Bíblico: lo que realmente importa.
Tus opiniones personales valen mucho. Tu experiencia ministerial también. De hecho, todo lo que eres y has aprendido (capacitación, trasfondo, habilidades, dones, etc.) será usado por Dios en tu ministerio. Pero recuerda una cosa: no importa todo eso junto si no aprendes a usar correctamente la Palabra de Dios (insisto: usar CORRECTAMENTE la Palabra de Dios).

Lamentablemente en muchas ocasiones nos metemos en problemas por nuestra autosuficiencia, por olvidar que tenemos un Manual perfecto, y que debemos ser responsables en su buen uso. Así, nos encontramos a veces repitiendo lo que leímos en algún libro, lo que vimos en el último video del predicador de moda, o enseñando como inamovibles nuestras tradiciones y prejuicios. Al hacer esto nos exponemos a estar predicando cualquier cosa, excepto el evangelio bíblico.

Para evitarlo, “procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” (2ª Timoteo 2:15) Asegúrate de que tus consejos y tu enseñanza procedan de Dios. Usa tu Biblia. Léela. Entrénate para usarla cada vez mejor.

Espero que estos sencillos consejos te ayuden a ser un mejor líder juvenil. Y gracias de nuevo por tu esfuerzo y responsabilidad con la juventud.