Este artículo fue escrito por Edgar David Miranda, pastor de adolescentes de la Primera Iglesia Bautista de Satelite en Lomas Verdes, México, y misionero con Ministerio Juvenil Internacional.

Estamos a prácticamente nada de terminar el año, y es en esta temporada en que muchos ministerios e iglesias se dedican a elegir nuevo liderazgo, pensando en el año que está por comenzar. Lo cierto es que muy pocos se toman el tiempo de considerar lo que Dios dice para tomar estas decisiones, lo cual trae consecuencias muy malas para la iglesia: el trabajo se ve afectado, los ministerios no crecen, los creyentes no perfeccionan las habilidades que el Señor les ha dado, los frutos no llegan.

Lo bueno es que es Dios mismo quien nos ayuda en este proceso. Veamos un pasaje en el cual podemos aprender algunos principios para poner en práctica antes de tomar estas importantes decisiones.

“Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey. Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría. Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer sacrificio a Jehová he venido. Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere.” (1º Samuel 16:1-3)

Dios ya ha elegido a sus siervos (“…me he provisto de rey.”)

Saúl había sido desechado; ya no sería el rey de Israel. Samuel estaba muy triste por ello pero el Señor le encarga que vaya por la persona a quien Él ya había elegido. No había que formar una asamblea para votar, no habría una pasarela de candidatos ni campañas electorales. No habría que convencer a nadie acerca de las cualidades de los candidatos; Dios ya había elegido al nuevo líder de la nación.

Debemos recordar esto. Si alguien conoce mejor que nadie quién debe ser colocado en tal o cual puesto de servicio, es Dios, pues Él mismo es quien los elige – no nosotros. Así que antes de candidatear a alguien, preguntémosle a Dios a quién ha elegido.

Dios muestra la manera de saber quién debe servir. (“…yo te enseñaré lo que has de hacer”)

Samuel estuvo a punto de fallar: se había dejado impresionar por la apariencia de los candidatos. Era la manera “lógica”: si había de haber algún rey, debía ser grande, fuerte, con apariencia de guerrero, como lo era Eliab. Pero Dios ya le había mostrado a Samuel que Él le enseñaría, le guiaría en el proceso.

Procuremos poner atención en esto. ¡Cuántas veces nos hemos dejado llevar por las apariencias a la hora de nombrar al liderazgo, y después pagamos las consecuencias!

No se trata de elegir al más carismático, al más sociable, al que nos cae mejor (o a quien podemos manipular más), sino a aquel que cumple los requisitos del liderazgo/puesto de servicio: el que tenga los dones y habilidades adecuadas al ministerio en cuestión (si dará clases, que tenga el don de maestro; si estará en la administración, que tenga el don de la administración, etc.); que cuente con un carácter santo y el deseo de honrar a Su Señor.

Félix Ortíz, en “Raíces”, menciona que el líder debe ser alguien que ejerza adecuadamente su Autoridad Formal (aquella que le ha sido delegada para asumir una responsabilidad); tenga Autoridad Moral (las cualidades de la persona, de su carácter e integridad); y posea Autoridad Técnica (que tenga un propósito, una mente de estratega y la capacidad de adaptarse al cambio), además de mantener una adecuada Conducción Profesional (la forma en que enfoca su liderazgo en el nivel de las relaciones) y claramente poseer Requisitos Espirituales (ser lleno del Espíritu Santo: que sus pensamientos, palabras y acciones reflejen una íntima relación con el Padre).

Debemos entender una cosa: en el Reino de Dios, las cosas se hacen a la manera de Dios. (comparte en Twitter)

Dios requiere obediencia de nuestra parte (“…me ungirás al que yo te dijere.”)

Lo único que tenemos que hacer ante todo esto es acatar las órdenes del Señor. Si Samuel no hubiera obedecido, no sólo hubiera resultado en deshonra para Dios sino que hubiera sido catastrófico para la nación. Pero Samuel no se dejó impresionar, no se dejó llevar por sus sentimientos y emociones, sino que obedeció y a través de ello, llegó al liderazgo la persona correcta, la que contaba con las características adecuadas para el puesto (“conforme al corazón de Dios”), elegida por voluntad divina. Es indispensable que al nombrar al liderazgo en nuestras congregaciones, mostremos la misma obediencia.

Que nuestras emociones o percepciones particulares no estén por encima del proceso que el Señor requiere. Que seamos sumisos a la voluntad del Señor, aunque esto implique dejar de lado al candidato que más “nos convenga”. Obedezcamos al Señor… siempre será lo mejor.

Tal vez te ha pasado…
Hace algunos años, durante una reunión para nombrar al nuevo liderazgo en la iglesia a la que asistía, se presentó una petición para añadir a la membresía de la congregación a una hermana que llegaba de otra iglesia. Se le aceptó como miembro, e inmediatamente uno de los líderes la propuso para estar al frente del ministerio de evangelismo de la iglesia.

La hermana dijo que le gustaría servir en otras áreas en las que antes lo había hecho, pues ella no había estado antes en este ministerio, pero el hermano que la propuso insistió, argumentando que era “su bienvenida” a la iglesia (creo que más bien insistió para no quedar mal ante la iglesia). Al final, la eligieron para este puesto, y tres meses después lo abandonaba por la puerta de atrás, no sin llevarse algunas críticas por “no haber aguantado la presión”.

Pero en realidad, ¿quién estuvo mal aquí? ¿No deberíamos nombrar a los líderes en base a otras razones más bíblicas?

Pensemos en ello en esta etapa de transición. Preguntémosle a Dios por aquellos a quienes Él ya ha elegido, sigamos el proceso bíblico y obedezcamos Su voluntad. Al final, esta es la mejor manera de elegir al nuevo liderazgo.

(Foto por a2gemma en Flickr CC)