Este artículo fue escrito por Kareny Mendez, licenciada en ministerio juvenil del Seminario Teológico Bautista Mexicano. Actualmente trabaja con jóvenes en La Iglesia Bautista El Calvario en Monterrey, México.

Como líderes de jóvenes, tenemos una pequeña percepción del carácter y personalidad de cada uno de los jóvenes que ministramos. Sin embargo, la realidad es que conocemos sólo un 28% de sus vidas, mientras que el otro 72% está escondido en el rol de vida fuera de la iglesia.

Normalmente los líderes de jóvenes descansan en 2 realidades. La primera y más lamentable, es creer que conocemos el 100% del joven, al tenerlo como asistente frecuente a la reunión de jóvenes, culto dominical y en el mejor de los casos, invertir algo de tiempo en él para un discipulado personal. La segunda realidad en la que un ministro de jóvenes descansa, es conformarse con la apariencia que el joven da dentro de las paredes de la iglesia.

Buscando la mejor forma para ministrar a los jóvenes, me encontré con algunos principios elementales para el crecimiento espiritual tanto del joven a discípular, como el siervo que discipula. Algunos de estos elementos son: que el joven tenga hambre espiritual, que el líder tenga una intención correcta en humildad, que ambos estén dispuestos a vivir en el reto de ser como Cristo.

Pero para lograr una mayor efectividad del discipulado, me he encontrado con una herramienta que viene a ser como una ventana abierta hacia la vida de cada joven. La escuela.

Hoy en día estamos acostumbrados a ministrar dentro de las paredes de la iglesia, sin darnos cuenta que tenemos la oportunidad de observar el panorama a través de una gran ventana. Estamos perdiendo la oportunidad de ministrar a los jóvenes dentro de sus escuelas.

Discipular a un joven en su escuela, nos arroja infinidad de ventajas para agrandar ese 28% mencionado al inicio.

Primeramente, permite conocer al joven en su ambiente de confort. La escuela es ese lugar donde él tiene su máxima apertura para ser quien es, ya que puede usar su libertad del modo que él lo deseé.

Esta oportunidad no se tiene en su casa, ya que se vive en un ambiente familiar (independientemente que esté fracturado o no) y todo o mucho de lo que le rodea , ha sido obtenido por los padres, provocando en él una dependencia y un criterio de responsabilidad.

La iglesia tampoco nos da oportunidad de conocer al joven en su propio ambiente, ya que es un lugar donde nada es suyo, se encuentra visitando un lugar ajeno a su propiedad, pero como él sabe perfectamente aquellas cosas que son permitidas y bien vistas, busca comportarse de acuerdo a las normas establecidas ahí.

Una segunda ventaja, es que discipular al joven en su escuela, te permite conocer a sus amigos. Si eres de los que piensa que todos los amigos de tus jóvenes se encuentran dentro de la iglesia, debo decirte que has estado inmerso en una gran mentira. Es cierto que los jóvenes sostienen relaciones de amistad dentro de la iglesia, pero en la gran mayoría de los casos, ellos pasan más tiempo con los amigos de sus escuelas, aún estando fuera de horario de clases.

Cuando conocemos a sus amigos, ese 28% va haciéndose más grande. A pesar de que el discipulado no será en presencia de sus amigos, esto te permite al menos saludarles y en ocasiones hasta invitarlos en grupo a tomar un refresco, comer un snack o pasar un tiempo juntos.

Si tienes el hábito de visitar las escuelas y universidades para conocer las diferentes culturas, te darás cuenta que cada universidad o preparatoria se mueve en un ambiente diferente. Por ejemplo, los estudiantes de filosofía, se manejan en un ambiente diferente a los estudiantes de medicina. Los de filosofía, suelen ser más propensos a convertirse en adictos de diversas drogas, mientras que los estudiantes de medicina pasan más tiempo estudiando, que en ambientes sociales.

Es por eso que ésta es una tercera ventaja de ministrar a los jóvenes en sus escuela, ya que conocerás la cultura en la que se desenvuelve el joven.

Con esto hemos hablado al menos de 3 de las muchas ventajas de ministrar a los jóvenes en sus escuelas. Algunas otras son: el joven se confronta en el momento con problemáticas reales, da testimonio de su fe a sus amigos y compañeros, los amigos del joven comienzan a acercarse a tí (líder) para apoyo en diferentes situaciones, otros compañeros cristianos comienzan a ubicarle como hermano en la fe, hasta el punto de abrir un grupo de apoyo dentro de la universidad y esto sólo por mencionar algunos otros.

Ministrar a las jóvenes dentro de sus escuelas, me ha permitido ver el crecimiento del cristiano desde otra perspectiva, por lo tanto te ánimo a que cambies tu forma de discípular y tomes el reto de entrar en el 78% de la vida del joven a través de ministrar en sus escuelas.

¿Cual ha sido tu experiencia de ministrar a los jóvenes en las escuelas? ¿Te ha ayudado a ministrar mejor?