Este artículo fue escrito por Edgar David Miranda, pastor de jóvenes de la Iglesia Bautista Eben-Ezer en Ciudad Juárez, México.

Todos deseamos un Ministerio Juvenil próspero y fructífero en nuestras congregaciones. Desde las diferentes posiciones de servicio en las que el Señor nos ha colocado, anhelamos ver a nuestra juventud entregada a Él, y sirviéndole con pasión. Sin embargo, nuestro “querer” muy pocas veces va acompañado por el “hacer” necesario. Además de la oración y lectura bíblica, me gustaría compartirte algunos otros factores que han resultado claves en llegar a la realidad que deseamos:

  1. Proponte un objetivo y mantén el rumbo hasta llegar a él. Siempre será de vital importancia que todos sepan hacia dónde se dirigen. Esto es lo que conocemos como Propósito. Por tanto, es imprescindible que definas cuál es ese propósito, y comenzar a actuar de acuerdo a ello.

    La Biblia nos dice que Jesús tenía muy clara la razón por la que había venido al mundo, y llevó Su vida de tal forma que alcanzó ese objetivo (Lucas 4:16-21). Así que no cedas ante la tentación del activismo. Evalúa todas tus actividades y evita aquellas que, aunque pueden ser muy buenas, no contribuyen (e incluso estorban) al propósito que Dios les ha dado. Esto te evitará incontables reuniones o eventos sin objetivo, y te permitirá ver que tus jóvenes comienzan a alcanzar la madurez que Dios desea en sus vidas.
  2. Capacita al Liderazgo. En muchas ocasiones, los jóvenes no se atreven a hacer las cosas porque se sienten inseguros o incapaces de cumplir. Esto es ocasionado, en la gran mayoría de las veces, por la falta de capacitación. Ellos necesitan ser motivados, pero también necesitan ser entrenados a fin de que sus habilidades y dones sean pulidos y afilados para lo que deben hacer.

    La Biblia dice que “Si el hacha pierde su filo, y no se vuelve a afilar, hay que golpear con más fuerza. El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada.” (Eclesiastés 10:10). Muchas veces ellos se encuentran batallando con pasión, con fuertes deseos de que las cosas ocurran, pero sin los resultados esperados. Quizá lo único que hace falta es un poco de “filo” en el hacha, y eso se llama entrenamiento. Provéeles de material adecuado, talleres, conferencias, y toda la capacitación necesaria, de acuerdo a sus habilidades y dones específicos.
  3. Se Ejemplo. Cuando estamos en una posición de liderazgo ‘oficial’, o simplemente por ser adultos, se nos hace muy fácil exigirles a los jóvenes esfuerzo, dedicación, entrega, sacrificio. La verdad es que si ellos no ven en nosotros estas cosas, difícilmente serán motivados a realizar su servicio de la manera en que Dios lo pide.

    El apóstol Pablo comprendía esto, y mostraba voluntariamente su vida a fin de que sus hermanos pudieran ser edificados (Filipenses 3:17). Así que haz el esfuerzo consciente de ejemplificar con tu vida lo que sabes que Dios desea de ellos. Que observen en ti que vives de acuerdo a un propósito específico, y que estás en constante capacitación. La puntualidad, el profesionalismo en las actividades, una buena planificación de los eventos, o una sonrisa para todos siempre, enseñan más que cualquier exigencia y tienden a moldear al joven de una manera en que no lo podría hacer una sesión de consejería.

Sin duda el Señor quiere usar a tu grupo para extender aún más Su reino. Espero que estos sencillos consejos te ayuden a llevar a tu grupo de jóvenes a alcanzar esa meta, y hacia el perfeccionamiento en Cristo.

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