Solo tuve que leer el primer parágrafo de este articulo para ponerme a llorar:

México ocupa el primer lugar en violencia física, sexual y homicidios de menores de 14 años, entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y lo más lamentable es que el 71 por ciento de los agresores son miembros de la familia.

Es algo que ya sabia sobre la sociedad en la que vivimos, pero después de meditar en el asunto, me di cuenta que estos adolescentes muchas veces sufren en silencio, sin que nadie se de cuenta de su dolor. No tienen a nadie que se preocupe por ellos. Las familias no quieren que nadie se entere de lo que pasa. El gobierno no quiere meterse en el asunto. Las escuelas tienen sus propios problemas. Y la iglesia muchas veces esta demasiada ocupada en sus próximas actividades para reconocer que existe algún dolor en la vida de los jóvenes.

El articulo continua, diciendo,

La legisladora de Acción Nacional, informó que de acuerdo a la Secretaría de Salud, en nuestro país se estima que el 77 por ciento de las víctimas de abuso sexual son niñas, el promedio de edad de las afectadas es de 5.7 años y en la mayoría de los casos la víctima reconoce al agresor.

Al respecto, mencionó que el 19 por ciento identificó a su hermano como el agresor, el 18 por ciento al padrastro, el 16 por ciento al tío y el 15 por ciento al padre.

Casi el 50% de los agresores son hombres (solo por genero, no por ser verdadero hombres) que conocen a la niña. Es un problema grande, y es tiempo que la iglesia habla al respeto. No podemos voltear la cabeza y cerrar los ojos a la realidad que muchos de nuestros niños y niñas, adolescentes y jóvenes, estan sufriendo abuso por parte de gente que conocen y personas en que confian.

Necesitamos verdaderos hombres en la iglesia. Hombres que sepan tratar bien a las niñas, niños, y mujeres. Hombres que sepan seguir a Jesús. Hombres que no tengan miedo de buscar ayuda con las tentaciones. Hombres que dejen que otros hombres les hagan preguntas difíciles sobre sus vidas personales. Hombres que no tengan miedo de rendirle cuentas a otros. Solo veremos el cambio que se necesita cuando empecemos a ser los verdaderos hombres que Dios quiere que seamos.

La iglesia debe de abrir sus ojos y ver que estas cosas estan pasando. Debemos buscar maneras de ayudar a los niños y jóvenes que han pasado por estas cosas terribles. Debemos caminar con ellos en el proceso de perdonar al agresor. Debemos dejarles llorar con nosotros y cuidarlos, acompañandoles en su dolor. Ya es hora, iglesia. No podemos quedarnos callados. Hay un mundo de adolescentes y jóvenes que nos necesitan.

(Puedes ver un video que hicimos sobre los problemas en la juventud en Youtube.)